HERALDO

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miércoles, 24 de octubre de 2007

Ambiente pidió clausurar una mina de fluorita en Rio de los Sauces



http://www.lmcordoba.com.ar/2007/10/24/nota150679.html
La Agencia solicitó la medida a la Secretaría de Minería. El establecimiento viene trabajando desde hace años. Para los técnicos la explotación a cielo abierto sería contaminante.

RIO DE LOS SAUCES - La Agencia Córdoba Ambiente solicitó a la Secretaría de Minería de la Provincia la clausura preventiva de un establecimiento que se dedica a la explotación de fluorita en Cerros Negros, un paraje situado a 45 kilómetros al oeste de la localidad de Río de los Sauces.

El pedido, formulado por la dependencia que coordina Horaldo Senn, tuvo como fundamento una serie de irregularidades que fueron detectadas en la mina en cuestión después de varias inspecciones realizadas en los últimos días.

Ahora la Agencia deberá esperar la decisión de la Secretaría de Minería, que es el único organismo con la competencia y autoridad necesaria para clausurar este tipo de explotaciones. Para fundamentar la solicitud, Córdoba Ambiente envió una serie de informes de especialistas en la materia, donde se sugiere la existencia de contaminación de parte de esta mina.

La semana pasada, funcionarios del área de Auditorias Ambientales realizaron una inspección en el predio minero, luego de recibir numerosos llamados telefónicos y cartas de queja de parte de vecinos del pueblo aledaño.

En los mismos se sostenía que la explotación del establecimiento “era un desastre” y que “los piletones donde se recolectan los efluentes producto del trabajo diario, expulsan los líquidos derivados al Río Guacha Corral, principal atractivo turístico de la región y un importante afluente de la cuenca hídrica que abastece de agua a numerosas poblaciones de Calamuchita”.

Ante estas declaraciones, la dependencia provincial puso en marcha un operativo que incluyó a la Policía Ambiental, al destacamento de Residuos Peligrosos y a la ya mencionada Auditoria Ambiental.

“Desde la Agencia recomendamos el cierre del establecimiento minero luego de corroborar que contamina el aire, al estar a cielo abierto y el agua que sirve para el abastecimiento de muchos vecinos”, explicó Horaldo Zenn, presidente de Córdoba Ambiente.

El material que se extrae del predio -la fluorita - es utilizado para revestimientos de electrodos y loza de sanitarios, que no sólo provee al mercado local si no también el externo.

“Actualmente la mina emplea a más de 15 obreros que viven en zonas contiguas al establecimiento y que son muy humildes. Por ello hay que tener consideración con estos empleados que sólo hacen su trabajo por pocas monedas”, señaló Naldo Zabala, secretario de Gobierno de Río de los Sauces. En 2005, las denuncias de vecinos de zonas aledañas obligaron a los dueños de la mina a cambiar el sistema de trabajo. “La mina tiene más de 20 años y los túneles estaban en muy malas condiciones. Por ello, los habitantes de las localidades cercanas y familiares de los obreros presionaron y hoy la explotación se realiza a cielo abierto”, agregó Zabala.

Ese cambio es justamente el causante de la contaminación de aire, ya que los piletones que expulsan sus desechos al río siempre estuvieron en la superficie del establecimiento.

ONGAMIRA: REFLEXIONES Y MARCHAS





UNA REFLEXION SOBRE EL MEDIO AMBIENTE
http://www.lmcordoba.com.ar/2007/09/23/nota148005.html
La venganza del paisaje
El avance de la explotación minera amenaza con contaminar una reserva natural de especial significado como es el Parque Natural de Ongamira y sus famosas grutas. ¿Podrá la naturaleza defenderse sola?.

Reyna Carranza
Especial para LA MAÑANA

Parte de esta historia comenzó en Ongamira, hace muchos años, cuando un turista, cámara de fotos en bandolera, saltó el alambrado y se internó por el campo en busca del mejor ángulo, y así, en una toma heroica, atrapar para siempre la maravilla de ese paisaje.

Hasta aquí, se trataba de una escena a la que los lugareños ya estaban harto acostumbrados: turistas brincando por las piedras con sus cámaras, o con tarritos de pintura para eternizar sus nombres en cuanta superficie apta les iba saliendo al paso. Pero he aquí que en aquella ocasión la escena repetida desembocó en un episodio lamentable cuando, de pronto, por el sendero que lleva a la aguada, el turista se topó con el toro.

Sí, ocurrió en Ongamira, y fue Deodoro Roca el abogado que asumió la defensa del dueño del toro, porque el citado turista lo demandó por daños y lesiones graves, solicitándole treinta mil pesos como indemnización.

Tengo aquí, en mi mesa, la copia de la respuesta de Deodoro a esa demanda, respuesta que como la mayoría de sus alegatos dejaba la impronta incuestionable sobre su conocimiento del Derecho, pero en esta ocasión pone de manifiesto un ingenio más que agudo para basar su defensa en un perfil tan propio como inusitado. Argumento al que hoy me atrevería a calificar como “alegato ecológico”.

En un párrafo y resumiendo, Deodoro dice: “Conozco Ongamira. Veraneo en el lugar, precisamente en frente del terreno donde ocurrió el accidente. Terreno barrancoso, apartado del camino, en cuyo fondo va un arroyuelo al que bajan o son llevados a tomar agua los animales de los vecinos. Por ese barranco transitan solamente las bestias, y los turistas imprudentes, a los que yo acostumbro llamar “turistas Kodak”. Viajan, invariablemente, con una máquina de fotos y algunos con un tarro de pintura. Pareciera que viajan para eso: para disparar con el dispositivo sobre los indefensos paisajes, o para ultrajarlos con iniciales entrelazadas, bajo el apetito de una especie de inmortalidad doméstica. Son los mismos que atraviesan los caminos a velocidades fantásticas, no autorizadas ni por los caminos ni por su experiencia. Esta clase de turistas asolan las sierras. Se distinguen por su sentido raudo y pueril del turismo. Seguramente, el Sr. Augsburger pertenece a esta categoría, ya que su actitud frente a los “terrones” de Ongamira así lo denuncia”.

Los hechos ocurrieron de este modo: El señor Augsburger -el turista en cuestión-, se introdujo en terreno privado sin permiso de los dueños, buscando paisajes para fotografiar, y cuando apareció el toro, que venía arreado por un peón, hizo un brusco ademán para espantarlo. El toro se asustó y lo embistió, mandándolo exactamente al medio del arroyo, entre las piedras, sufriendo las lesiones que se mencionan en la demanda.

En ese punto Deodoro Roca(*) dice: “Un toro no es como un paisaje. A un paisaje se lo puede ametrallar y hasta ofender con una maquinita pueril y no dice nada, no se aparta ni embiste. Un toro es cosa distinta, no interpreta, como una persona, la intención del ademán. Se trató, en la ocasión, de un toro manso que va para viejo, tenido en “las casas” entre mujeres y niños... ¿De quién es la culpa? -prosigue-, ¿de quién la imprudencia? ¡Exclusivamente del turista!... El accidente ha sido como una venganza del paisaje áspero y sellado de Ongamira por los diarios ultrajes del turismo, y el toro no fue más que el paisaje en acción... Lo cierto es que quien provocó el accidente fue la propia víctima, ocurriendo en ese momento lo que no había ocurrido nunca”.

El escrito se extiende en un par de argumentos que remiten a sólo dos artículos del Código Civil, sobre los que apoya su defensa de manera estricta y cabal. Texto exclusivamente jurídico, por lo que no viene al caso citarlo.
Deodoro ganó el juicio. Y tal como él lo solicitaba en su respuesta a la demanda, el Sr. Augsburger tuvo que hacerse cargo de las costas.


Algo más que un paisaje

Ongamira es para mí Deodoro Roca. Es el recuerdo de una época que se entrelaza a la existencia de seres que marcaron mi vida con su ejemplo luminoso; épocas de juventud en las que llegué a creer que todos los sueños eran posibles; sueños que inevitablemente me remitían a Deodoro, tanto o más vivo en la voz de su hijo Gustavo, que cuando recorría esas sierras con su caballete y sus pinceles, o llenaba con su risa, y la de sus amigos, la galería de la casa. Por todo esto, no dudo que fue su espíritu el que se plantó delante de mí esa mañana del martes 28 del pasado agosto, cuando me sumé a los que, en una esquina de la avenida Hipólito Irigoyen, reclamaban protección para la tierra, el agua, y el paisaje de nuestro noroeste.

Sí, fue su espíritu el que me llevó a asociar el presente con el pasado, con el “turista Kodak” y aquel toro que devino paisaje en movimiento.
Mezclada a los manifestantes bajo la consigna “¡Ongamira Despierta!”, estuve allí esa mañana soleada y ventosa, frente a la Secretaría de Minería de la Provincia. “¡Ongamira Despierta!”.

Esa fue la consigna tras la que se encolumnaron vecinos de ese valle, de Quebrada de Luna, Ischilín, Cañada de Río Pinto y zonas aledañas, para reclamar pasiva, pero rotundamente, la urgente intervención de ese organismo oficial ante la amenaza reiterada de explotación minera-metalífera a cielo abierto que, desde hace ya varios años, vienen soportando los pueblos del noroeste cordobés.

Desde sus lugares de origen, los autoconvocados llegaron blandiendo pancartas, y al ritmo de una murga bullanguera y contagiosa, pusieron en conocimiento a los ciudadanos de Capital lo que allí está pasando.

Hechos que, de prosperar, seguramente perjudicarán a toda la provincia. Y como en otros casos de atropellos parecidos, mi primer impulso fue salir a la carrera en defensa de la tierra, del agua, de los bosques contaminados, de las especies en extinción. Y, de alguna manera, sentí que volvía a treparme al gomón de los “Greenpeace” (lo hago cada vez que los veo en pantalla), y empecé a cabalgar las olas, y a pelear junto a ellos contra el buque-factoría que caza y desguaza ballenas.
Por cierto, no se trata de un buque-factoría, sino de una empresa minera-metalífera en nuestro norte.

Y leí el folleto que los manifestantes -a media calzada-, entregaban a peatones y conductores.

Leí lo que ya todos sabemos, lo que inevitablemente va a ocurrir si no detenemos a tiempo el avance de esas empresas. Porque está claro que, en su sistema de explotación minera-metalífera se abren cráteres gigantescos mediante el uso de explosivos, cuyas dimensiones pueden alcanzar 150 hectáreas de extensión y cientos de metros de profundidad.

El proyecto en la zona abarca unas 20.000 hectáreas, desde Chuña a Sarmiento, pasando por departamento Minas, Cruz del Eje, y desde Deán Funes hasta Ischilín. Nadie ignora que para obtener una pepita de oro del tamaño de un grano de arroz, se extrae y muele aproximadamente una tonelada de roca, que es tratada con grandes volúmenes de agua y sustancias tóxicas, habitualmente cianuro, lo que genera enormes cantidades de desechos, por lo que se alteran cursos de agua, mientras se agotan arroyos y vertientes.

Se sabe también que los drenajes ácidos generados suman sus efectos a los del cianuro, disolviendo y transportando metales pesados como arsénico, cromo, mercurio, plomo y cadmio, cuyas secuelas, altamente tóxicas, continuarán contaminando las aguas superficiales y subterráneas por siglos; sin contar la eliminación total de la vegetación, la erosión, la desertización y el empobrecimiento del suelo; sumado esto a la extinción de la fauna, atacada por los venenos y alterada por el ruido de las explosiones; a lo que hay que agregar los polvos tóxicos en suspensión, vapores y emanaciones gaseosas de cianuro y dióxido de azufre que contaminan el aire.

Como se advierte, el panorama es apocalíptico, porque todo esto, inevitablemente, genera la destrucción del ambiente, del valor paisajístico y del patrimonio cultural de esas regiones cordobesas. Sobran ejemplos en nuestro país y en muchos otros de América latina. Basta citar la larga e infructuosa lucha que llevamos en el vapuleado asunto de las pasteras sobre la costa del río Uruguay, y lo que ya padecen los habitantes de Catamarca, San Juan, Chubut, La Rioja, Tucumán y Santa Cruz. Sin olvidar que, debido a la tala indiscriminada, Argentina ya ha entrado en emergencia forestal.

Y lo repito, no fue solamente por todo esto que me hice presente en esa esquina, esa mañana del 28 de agosto. Fue también porque cuando me enteré que el grito de la consigna era “¡Ongamira Despierta!”, algo se agitó en mi memoria y me acordé de Deodoro, del “turista Kodak”, y de aquel toro que se sintió paisaje agredido y embistió. Pero ahora, quién puede negarlo, la “ofensa” a la tierra y al paisaje en el noroeste de nuestra provincia será mucho más grande, y ya no tendremos retorno.


(*) Deodoro Roca, 1890-1942, Doctor en Derecho y Ciencias Sociales, autor, entre otros, del Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de 1918.

Marcha contra minas abiertas

http://www2.lavoz.com.ar/Nota.asp?nota_id=127586&high=ongamira

Ayer, los vecinos autoconvocados Ongamira Despierta marcharon nuevamente hacia la Secretaría de Minería para manifestarse contra la radicación de explotaciones mineras a cielo abierto en la zona de Ongamira ubicada a unos 120 kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba.

Hubo vecinos que llegaron desde la zona a los que se sumaron personas de la ciudad de Córdoba para apoyar la manifestación.

“Tenemos las tristes experiencias ya hoy en el país, sea Lumbrera, Veladero, cerro Vanguardia, funcionando, gravísimas consecuencias ambientales que van desde la contaminación de los recursos naturales”, dijo a Radio Universidad Marina Martínez Meijide, vocera del grupo.

Los manifestantes no fueron recibidos por las autoridades provinciales

Inspección en una mina. La Agencia Córdoba Ambiente informa, la Policía Ambiental y el área de Auditorías Ambientales, inspeccionó un establecimiento minero dedicado a la explotación de fluorita en Cerros Negros, ubicado a 45 kilómetros al oeste de la localidad de Río de los Sauces, en el departamento Calamuchita. Allí se constataron irregularidades que afectan al medio ambiente.

Los manifestantes protestaron frente a la Secretaría de Minería. Foto: LaVoz / Raimundo Viñuelas


FELICITACIONES POR LA MOVIDA!!!!!!!!!!